miércoles, 16 de febrero de 2011

Exit Through the Gift Shop

Exit Through the gift shop es un explendido documental, que cuenta de una manera fresca, divertida y sin ningún tipo de complejos, la historia de Thierry Guetta , un apasionado de la cámara , que graba todo lo que le sucede y hace día a día y que un buen día se tropieza con el arte urbano y con uno de sus máximos exponentes Banksy, lo que le cambiará la vida. Exit Through the gift shop nos ofrece una reflexión sobre el mundo del arte actual, ¿es esto arte? ¿se puede hacer arte sin pretenderlo?¿todo el mundo puede ser artista?... todo esto a traves de la curiosa historia de Thierry y de Banksy, que en contadas ocasiones ejercera de nosotros mismos, de espectador.




Adjunto también una de las mejores críticas, en mi opinión, y con la que estoy casi totalmente deacuerdo , sobre este documental:




“No podemos hacer nada para cambiar el mundo hasta que el capitalismo se derrumbe. Mientras, habrá que ir a comprar para consolarse”.
- Banksy


Exit Through the Gift Shop es una coña de proporciones épicas que nace del principio de contradicción de la frase de arriba y su valor depende exactamente de vuestro sentido del humor. Banksy señala simplemente que es bastante gracioso –o divertido por no llorar– que un arte concebido para el disfrute de los transeúntes y cuya concepción tiene un marcado carácter vandálico (dicho de otra forma, tipificado como delito) acabe siendo considerado un símbolo de estatus social entre los coleccionistas de arte. También se pone un poco Ratatouille: quizás no todo el mundo puede hacer arte. No por falta de técnica. Mas bien por la ausencia de capacidad de observación, y no parece que seas capaz de criticar el mundo si no ves nada de malo en él. Y antes de que que este párrafo comience a arriconarme en una esquina, es mejor hacer un punto y aparte para proceder a explicaros, con muuucha calma, de qué estoy hablando.
Narrado por Rhys Ifans con la voz más sobria que el locutor de un GPS,  Exit Through the Gift Shop sigue, a su nivel más esencial, la evolución personal del vendedor de ropa francés Thierry Guetta. Guetta es una persona feliz, familiar,  vital, frenética y dicharachera (y algo enervante). No muy espabilado, pero le echa ganas. Y sobre todo, un espléndido documentalista: el único sesgo de su material es la limitación física de la duración de la cinta. Porque lo graba todo. Sin pasión, y sin prejuicios. Hasta que entra en contacto con los principales representantes del arte callejero contemporáneo, y decide convertirse, él mismo, en un artista.
¿Por qué le da por ahí? Bien. Donde Exit… funciona (y cómo) sin ningún genero de duda es durante su primera parte, en la que Guetta nos presenta la manera de trabajo de los artistas callejeros: una bandada de aves nocturnas que recorren al trote las calles de las grandes metrópolis de nuestro tiempo armados con una escalera, un cubo, una escoba, y un juego de plantillas. Esquivan cualquier coche de policía que se acerque en la distancia porque son, en el sentido más estricto de la palabra, unos delincuentes. No obstante, el resultado artístico de sus obras excede con creces los daños materiales causados. Y existe un baremo: en su mundo, el respeto no se gana pintando “kiero ami churri” con un rotring gordo en una ventanilla de autobús. Tampoco parece que a la Policía no le importe mucho: tienen verdaderos criminales que atrapar. Con todo, la sensación de peligro va más allá de la mera transgresión cultural. Un mal día pueden acabar perfectamente con una bonita multa. Guetta se siente atraido porque es irresistible.
(Y hay una diferencia entre irresistible y apasionante. Enseguida os lo comento…).

En este sentido, ETGS es, en principio, un documental sobre una actividad creativa arriesgada y nos llega como tal, con sentido de la urgencia, dinamismo y gusto por el detalle: tan inmersivo en las aventuras de sus protagonistas –más de una vez Quetta y el artista que le acompaña se ven obligados a echar patas– como dedicado a la hora de examinar sus obras: las mejores –las de Banksy, en particular– contienen lo que se podría calificar comunmente de “ingenio” –a mí me gusta particularmente esos space invaders en mosaicos que un artista va pegando en diversos puntos de la ciuda
d… cada uno tendrá sus favoritos–. Pero conforme avanza la trama, el documental quiere ser algo más: concretamente en el momento en el que el arte callejero deja de ser gratuito y pasa a convertirse en un símbolo de status social. “Sí, el grafitti del policía haciendo un calvo es curioso. ¿Pero pagarías 100.000 libras por tenerlo en casa?”. Y en ese momento, todo, incluyendo el documental, comienza a cambiar.


ETGS deja de ser los ojos de Thierry Guetta para ser Thierry Guetta y el fascinante viaje que emprende tanto él como su exitoso alter ego artístico, el exitoso Mr. Brainwash (cuyas obras podrían ser del propio Banksy, en un giro de tuerca)–. Guetta atraviesa una serie de etapas del proceso creativo sin que en ningún momento haga acto de presencia la pasión y la vena crítica que se le presupone a un artista: pasa de mero observador a participante por el mero hecho de disfrutar de los peligros que atraviesan los artistas urbanos, para ser finalmente un miembro más de la exitosa élite artística rodeada de “personas que te dicen sí y pagan mucho”. Nada más. Sí, hace arte. Pero no parece saber muy bien para qué. Y casi peor… no parece que experimente ninguna emoción cuando crea. Simplemente, es lo que se supone que debe hacer. Disfruta de los preliminares, disfruta de sus consecuencias, pero no parece disfrutar de la creación en sí. Es fascinante, y el hecho de que asuma esa condición con un histerismo que roza el de Borat, lo hace todo más absurdo.
Entonces es cuando realmente entra Banksy. Hasta ese momento, sus contadas apariciones de Bansky en el documental parecen formar parte, en un principio, del opus que está grabando nuestro protagonista galo, pero más adelante nos damos cuenta de que Banksy (siempre desde el más estricto de los anonimatos, voz alterada y todo) nos habla a nosotros. Sus intervenciones son cada vez más acentuadas conforme “Mr. Brainwash” –”un fenómeno”, dice de él, “y no en un buen sentido”– comienza a alcanzar cierta notoriedad en los círculos artísticos y el valor económico de sus obras se dispara. Es precisamente el propio Banksy quien llama a la reflexión, al plantearse si hemos llegado a tal punto que vamos a pagar cantidades cósmicas de dinero por una obra pintada con un mono con una brocha. Para mí, Banksy pide que se establezca una división entre que el arte es “puro”, y el que se “degrada” por formar parte de una tendencia.







Pero todos estos elementos, sumados, llevan a una reflexión mucho más amplia. Sobre la validez y la necesidad del arte. Sobre la democratización del mismo, sobre la forma en la que los significados se distorsionan, y los contenidos se diluyen. Todo etiquetado, todo compartimentado. Y de cómo reaccionamos a ello, en particular aquellos que se han hecho un nombre denunciando esta situación. Banksy parece ser el primero que sabe que forma parte de esta paradoja. En lugar de tomar partido, ha adoptado desde el principio una postura ambigua (échese un vistazo a su lista de aforismos: “A veces me siento tan asqueado con el mundo, que no puedo terminarme el pastel de manzana” o “Mi lista de gente que debería morir: fascistas, fundamentalistas y gente que escribe listas de gente que debería morir). La rueda gira y gira y gira y vuelve a girar, y siempre puedes autorreferenciarte un poco más antes de que tu cabeza explote. Al propio Banksy le están parodiando ya en las calles de Londres, porque se suponía que la gracia residía en que era un artista anónimo. Si aparece en un documental, ¿deja de ser Banksy? ¿Acaso sus obras pierden más fuerza?
Pero con todo, y ya en el plano del mero valor intrínseco y para que nos aclaremos: Exit Through the Gift Shop es un documental inmensamente entretenido, sobre todo en su primera hora. Emocionante y rápido, nos acerca a los creadores y nos explica la forma en la que entienden el mundo. Desde esta base, si es una parodia es de las mejores: una que parte desde un profundo respeto al tema que cuenta. Y desde ahí, un film reflexivo, crítico, que defiende la pureza de unos determinados principiosa través de un mensaje tamizado a través del sentido del humor, nunca gratuito, jamás forzado, siempre desde el propio film y partiendo de las reglas que impone.
Y quizás, esto es realmente lo importante.

1 comentarios:

Astral Darkness dijo...

Lo vi 2 veces. Amazing.

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